Sabes que estuve ahí, porque quise pues, por que quiero, porque irremediable e irrefutablemente te quiero.
Porque quise ser parte indeleble de tu vida.
Y eso me costó muchos tragos amargos que olvidé. Porque cualquier tortura se borra cerca de tus manos.
Nadie me lo mandó, por mero gusto y por insistente necesidad.
Porque cambiaste mi vida, porque dejé que me cambiaras o quizá detonaste muchas cosas ocultas en mí.
Fuí capaz de soportar la distancia, la alternancia, el tiempo que nos carcome, el frío y la soledad.
Me sujeté a la vanidad y al ego mal llamado amor propio para tratar de sacarte.
Pero no funcinó: no quiero ni puedo.
Ahora no me digas "cada quien" porque sabes que nos hicimos cómplices.
No me dejes al aire las hipótesis malignas de que solo yo escribo esta historia.
Como dice Sabines "no pongas el amor en mis manos como un pájaro muerto";
o lo que sería su equivalente y precedente:
"De entre tus pies levántame, recógeme, del suelo, de la sombra que pisas, del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños. Levántame. Porque he caído de tus manos y quiero vivir, vivir, vivir.
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