Pudiera ser que en algún momento de mi vida lleguen a mi mente como sanguijuelas todos las memorias de sus besos. Esos que no recuerdo con precisión ni exactitud. Y me muera de ganas por verlo y llore todas las tardes una lágrima o dos al escuchar una canción.
Es una posibilidad y probabilidad ya que, deberán saber que pese a su egoísmo (el cual me provoca un malestar muy parecido a la rabia, y por el cual he deseado tenerlo en frente y sacarle los ojos) y al dolor que me provoca su ignorancia; no puedo llorar.
Este sentimiento nunca lo había tenido. Confieso enteramente que me he torturado viendo durante horas su foto (nuestra foto sepia), escucho los discos que fueron sus regalos, leo las pocas cosas que escribió para mí (o que yo pienso que escribió para mí), lo traigo una y diez mil veces (si es que se pueden contar tantas), a mi recuerdo, trato de armar como un rompecabezas la imágen que vislumbraba sobre su cara en mi mente: todo lo anterior para recordarme que le quiero aún, que le extraño y necesito desesperadamente, que quiero que mañana me hable como sin nada, que me cuente de sus historias y todo ello en una monotonía inconclusa de esperarlo, de buscarlo, de llamarlo.
A veces siento que no puedo vivir sin esas ilusiones de estar cerca de él un dia, se me corta el aire y siento un fuerte ruido en el pecho que retumba en mi cabeza. Siento vértigo y unos fantasmas de náuseas.
Sin embargo no puedo llorar.
Y cuando parece llegar un momento lúcido a mi cabeza me pregunto si entregué mis sentimientos a una persona o a una idea.
Si es el amor ese hombre incomprensible que insiste en premiarme con su indiferencia o es el amor esa idea del hombre de pelo lacio, risa explosiva, de aroma a húmedo y verdes, de voz de té de tila que solo vive en imágenes y recreaciones de mi cerebro.
¿A caso me inventé ese amor por él?
¿Entonces si no es real y no puedo llorarle, por qué me duele la cabeza de tanto vacío en mi costado?
Pudiera ser que nunca vuelva y que sí sea solo un hombre y entonces llore como un cocodrilo al saber (o darme cuenta) que lo he perdido, o que despierte un dia sabiendo que es solo una idea, que puedo hacer lo que quiera con él y me invente un pretexto todas las mañanas para justificar sus ausencias, justo como ahora.
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