domingo, 7 de diciembre de 2008

Con el corazón de gala.


Antes que caiga sobre mi lengua el hielo del silencio,
antes que se raje mi garganta y mi corazón se desplome
como una bolsa de cuero,
quiero decirte, vida mía lo agradecido que estoy,
por este hígado estupendo que me dejó comer todas tus rosas
el día que entre a tu jardín oculto sin que nadie me viera.

Lo recuerdo.Me llene el corazón de diamantes
-que son estrellas caídas y envejecidas en el polvo de la tierra-
y lo anduve sonando como una sonaja mientras reía.
No tengo otro rencor que el que tengo,y eso porque pude nacer
antes y no lo hiciste.
Jaime Sabines.

Con esta entrada tan melosa y con muchas ganas de un licuado de fresa, escribo, suelto en esta página de numerosas partículas un poco de la carga inmensa de regocijo y felicidad a la que mi cuerpo y espíritu no están acostumbradas.

Todas las noches me llueve el recuerdo del momento de éxtasis del que me hice partícipe al escuchar aquella voz de dragón, un poco cansada, pero que para mí será siempre la mejor.

Tengo que externar que he vivido unos dias inmensamente felices, que sonríó sin razón aparente, que la tez del cielo se ha tornado de repente con mejillas de durazno. Que el aire que me sostiene se ha convertido en una envoltura de tu olor.

No se si un corazón tan comun como el mio pueda resistir este éxtasis permanente donde me tienes.

¿Como se acostumbra uno a sentir así?

Mi memoria inmersa en los reflejos de las estrellas en un escenario y los huesos de tu mano muy recargados en mis costillas.
Cierro los ojos todavia para tratar de sacar los recuerdos en letras.
Y no encuentro las palabras precisas para decirte que esas melodias y este sentimiento me tienen en la atmósfera azul y violeta, solo pronunciando tu nombre.
Y necesitando siempre tus labios y brazos.
A.Z.


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