Ayer cinco de mis amigos cercanos vinieron a buscarme, para pedirme un consejo sobre diversas situaciones de su vida.
Y yo antes de empezar a hablar con ellos: en blanco. Cuando empezaban a contarme sus problemas yo estaba fría pensando en los míos. Solo quería estar sola pero es un lujo que no puedo darme, tengo que trabajar.
Entonces comienzo a dar más atención y a decirles palabras de aliento, justo en ese momento sucedió algo que no esperaba: me escuché a mí misma, me dije mi propio consejo.
Cada vez que hablaba y confortaba a mís amigos lo hacía para mí también. Al final de cada charla venía el abrazo sincero, ese que siempre está ahi, siempre ha estado a pesar de las diferencias que a veces se suelen tener.
Es tiempo de dejar ciertas cosas de lado. Es tiempo de tomar algo de mi propia cocina. Ya basta de divagar.
miércoles, 17 de junio de 2009
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